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Minería
Domingo 20 Diciembre 21:22
Historia: a tres décadas del fin de la minería en Gran Bretaña
La histórica huelga de 1984 no sirvió para que el Gobierno de Thatcher diera marcha atrás a sus planes para cerrar la industria. El rápido desenlace de la minería en Reino Unido contrasta con lo ocurrido en España, donde tras casi 30 años de ajustes, se siguen buscando alternativas para el sector.
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En el verano de 2012, sindicatos y exmineros ingleses se organizaron para ayudar a los huelguistas del carbón en Asturias, Aragón, Palencia y León que iniciaron una huelga indefinida contra el Gobierno de Mariano Rajoy por el recorte impuesto a las ayudas al carbón. Los ingleses identificaron su lucha con la que ellos mismos llevaron a cabo en los ochenta contra el gobierno de Margaret Thatcher ante sus planes para cerrar la industria nacional del carbón. En marzo de 1984, había anunciado 20.000 despidos y el cierre de 20 pozos, lo que condenaba a la extinción a pueblos enteros, sobre todo en áreas como Yorkshire, Gales del Sur y Escocia. La potente maquinaria sindical de entonces no tardó en ponerse en marcha desencadenando una huelga indefinida que se prolongó durante doce largos meses, pero que no evitó que el gobierno conservador siguiera adelante con sus planes para acabar con la minería.

El rápido desenlace que aquel histórico episodio tuvo para el sector minero en aquel país dista mucho de lo que ha venido sucediendo con la minería española a lo largo de casi ya tres décadas de ajustes y reconversiones. El secretario general del SOMA, José Luis Alperi, lo explica por el hecho de que mientras que en el Reino Unido el Gobierno quebró la negociación para acabar de un plumazo con el sector minero, en España, ya a finales de los ochenta, se apostó por reducir el sector de forma controlada, para años después empezar a negociar fondos para contribuir a la reindustrialización. En la misma línea, el secretario de Minería de CC OO de Industria en Asturias, Jaime Caliero, asegura que mientras que en Gran Bretaña se utilizó a los mineros para acabar con el movimiento obrero y las organizaciones sindicales, en España, «en parte por la presión de los sindicatos» –asume–, el Gobierno entendió la necesidad de mantener parte del sector como reserva estratégica.

Aquella gran huelga, la última batalla del movimiento obrero británico, tuvo dos consecuencias claras: por un lado, la privatización del carbón con la Ley del Carbón y el Ferrocarril de 1993. Por el otro, la introducción de las leyes sindicales y de relaciones laborales en 1992, que supusieron un duro golpe para el sindicalismo británico. Ya en los noventa, la economía británica había logrado deshacerse de su pasado de producción industrial, para reorientarse al sector tecnológico, financiero y de servicios dejando, eso sí, un reguero de pueblos olvidados y ciudades grises. En la actualidad, hay viajes turísticos por las minas abandonadas de carbón del sur de Gales como ejemplo de aquella Gran Bretaña obrera.

Kellingley cerró el viernes

Su última mina de carbón subterránea, ubicada en Kellingley, fue cerrada el pasado viernes, aunque el carbón importado seguirá representando una parte importante en su mix de generación. En torno al 30%, el equivalente a unas 40 minas. El cierre de Kellingley marca la salida definitiva de la nación de una industria que hace un siglo empleó a más de un millón de trabajadores en 3.000 canteras aunque su epitafio se escribió ya hace tres décadas.

En España, el sector minero daba empleo a finales de 1985 a 50.835 trabajadores de 221 empresas que produjeron 22,461 millones de toneladas. Las reestructuraciones que se pusieron en marcha en el sector ese mismo año, tras el ingreso de España en la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, primero con planes de reordenación y luego incorporando el concepto de reactivación económica de las comarcas mineras y reserva estratégica, han reducido de forma considerable su tamaño. En 2013, las minas españolas tenían una plantilla propia de 3.279 trabajadores adscritas a 25 unidades de producción de las que se extrajeron 4,3 millones de toneladas de carbón. En Asturias, a 30 de septiembre, las minas privadas daban empleo, entre empresas y subcontratas, a 700 trabajadores, que se suman a los 1.900 de Hunosa (1.400 de plantilla y 500 de subcontratas). Hay siete explotaciones abiertas.

Los sindicatos advierten, no obstante, de que la continuidad del sector corre hoy más riesgo que nunca, ante los constantes incumplimientos del último plan del carbón y las indefiniciones del Gobierno sobre la continuidad del sector más allá de 2018. «El bipartidismo no apuesta por el carbón autóctono y lo vamos a tener complicado», reconoce Caliero. Considera que el fracaso de la reindustrialización y de que los territorios mineros registren hoy las tasas de desempleo más altas de España «es responsabilidad directa de los Gobiernos regionales, quienes tienen que gestionar los fondos recibidos de Europa a lo largo de estos años para generar empleos alternativos».

Mientras que, en España, la indefinición de los sucesivos gobiernos españoles sobre el sector ha sido una constante, en Gran Bretaña los conservadores fueron preparando durante años la desaparición del carbón. Los tories juraron venganza a los mineros tras su amenaza de huelga en 1974 que hizo caer al gobierno conservador de Edward Heath. Así, ya antes de su regreso al poder, elaboraron planes que incluían el aumento de los stocks y las importaciones de carbón, la adjudicación del transporte a empresas sin representación sindical, adaptación de centrales energéticas para usar petróleo, recorte de prestaciones sociales a los huelguistas y la creación de una fuerza policial nacional.

El poder del NUM

En 1980, ya en el Gobierno, los tories prepararon la confrontación con el objetivo último de dar la puntilla a la minería del carbón, un sector fuertemente subvencionado que contaba, además, con un poderoso sindicato minero, el Sindicato Nacional de los Mineros Británicos, NUM por sus siglas en inglés (la National Union of Mineworkers): cierre de pozos aislados, declaraciones sobre la necesidad de sanear el sector, informes sobre la supuesta falta de rentabilidad…

La huelga empezó tras el anuncio del cierre del pozo de Cortonwood (South Yorkshire) el 1 de marzo de 1984. El primero de los más de 20 que terminaron cerrando y cuyo lugar lo ocupan en la actualidad un centro comercial y un McDonald’s. Y es que quien ganó el histórico combate, que unió a los sectores más progresistas del movimiento gay británico con los mineros, fue Margaret Thatcher. En julio de 1985, cuando representantes de los mineros abrieron el desfile del Orgullo Gay en Londres, la gran huelga, que se extinguió el 3 de marzo de ese año, era ya agua pasada: ese mismo año se inició una sucesión de clausuras de pozos que disparó las cifras de paro, y las de pobreza, en muchas comarcas. Los conservadores siguen aún a día de hoy pagando su particular factura de sus políticas de esos años. En las antiguas ciudades industriales del norte y del centro de Inglaterra el partido de David Cameron consigue tan sólo un 16% de los escaños en juego y en el Ayuntamiento de Liverpool son los séptimos más votados (detrás de, por ejemplo, Los Verdes, el Sindicato Unionista y Socialista y de un candidato independiente). Lo que finalmente ocurra en España y, fundamentalmente, en las regiones carboneras si las minas que siguen en pie se cierran, todavía está por escribir.

(Por Diana De Miguel - Gijón - @ddemiguel).
 

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