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Un claro ejemplo de esto es el creciente protagonismo de los paneles solares fotovoltaicos en obras de diversa envergadura, recursos que permiten generar kilovatios "verdes" de energía eléctrica.
En los últimos tiempos, al desarrollo de paneles solares eficientes en absorción empleando materiales costosos de alta tecnología se sumaron alternativas de paneles fotovoltaicos con insumos más baratos y sencillos (por ejemplo, combinando pasto u otros residuos agrícolas, un polvo estabilizador de óxido de zinc, oxido de titanio y un vidrio o metal como sustrato, imitando el proceso de fotosíntesis en las plantas).
En ese marco, según las proyecciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la energía solar, fotovoltaica y térmica puede ser la primera fuente de generación de electricidad para el 2050, con un 27 por ciento del total. La condición con la que debe trabajarse, también apunta la AIE, es rebajar los costos del capital para su desarrollo. Tras una nueva investigación y valoración, la Agencia anunció que la energía fotovoltaica llegaría para ese año al 16 por ciento del total de energía producida, lo que supone un incremento de lo previsto en la anterior medición realizada en el 2010, cuando se había estimado en 11 por ciento.
El precio de los sistemas fotovoltaicos se ha dividido por tres en los últimos seis años en muchos mercados, y los módulos se han dividido por cinco. En sus prospectivas, los autores del estudio asumen que los costos de generación de electricidad fotovoltaica convergerán en muchas partes del mundo, con una disminución media del 25 por ciento para 2020, del 45 por ciento para 2030 y del 65 por ciento para 2050. Eso significaría que cada megavatio hora supondría una inversión de entre 40 y 160 dólares.
A comienzos de 2014, la capacidad global instalada era de 150 gigavatios, y eso teniendo en cuenta que sólo el año anterior el incremento había sido de 36 gigavatios. Para alcanzar el 16 por ciento en el horizonte de 2050, el ritmo de aumento tendría que pasar a ser de 124 gigavatios de media anual, con un pico de 200 gigavatios anuales suplementarios en el periodo 2025-2040.
PROYECCION
La AIE hizo hincapié en que sus trabajos no son previsiones, sino una proyección de los objetivos de mejoras tecnológicas así como las acciones políticas necesarias para conseguirlas. Al respecto, su mensaje central es que la política energética debe ofrecer “señales claras, creíbles y consistentes” para minimizar los riesgos para los inversores e inspirarles confianza.