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Por Luis Sapag (*)
La discusión mediática y legislativa sobre el acuerdo Neuquén-YPF-Chevron para la explotación de un sector de la formación geológica Vaca Muerta se ha centrado, como no podía ser de otra forma, en aspectos legales, ambientales y tecnológicos. Sin embargo, existe otro plano de análisis que sólo se ha tocado tangencialmente: la importancia de dicho proyecto para rediseñar los contenidos y la escala del posicionamiento de Neuquén en las relaciones políticas, económicas y culturales a nivel global. No se trata de desvalorizar las dudas generadas por los efectos ambientales sino de que, por el contrario, a través de controles estrictos y severos, no se desatienda el futuro energético de la provincia y se cree una cantidad significativa de puestos de trabajo. De hecho, ya hay una experiencia de casi 300 pozos realizados con estimulación hidráulica en Neuquén, en la que se pusieron a prueba las normas dictadas específicamente para el manejo de aguas para fracking y el procesamiento de los líquidos contaminados de retorno (flowback), aspectos de un proceso de mejora continua en el que se encuentran comprometidos entes reguladores y empresas.
Tampoco se pretende dejar de lado el análisis del desactualizado y fragmentado conjunto de leyes nacionales y provinciales, lo que ha motivado encendidas discusiones ciudadanas y políticas. Muy por el contrario, se está trabajando activamente para desarrollar una nueva legislación sobre hidrocarburos que contemple el drástico cambio que imponen estos recursos no convencionales y que despeje toda duda al respecto. El actual debate legislativo es el primer paso en esa dirección. Sobre la base de esos avances institucionales, productivos y preventivos se pueden pensar y planificar estrategias de inserción en los espacios mundiales de intercambios de bienes materiales (económicos y financieros) y culturales (conocimientos científicos y tecnológicos; redes sociales reales y virtuales; actividades artísticas y deportivas).
Hay distintas maneras de articularse a la globalización, lo único que no se puede hacer es ignorarla, pues de uno u otro modo los poderes y formas comunicacionales que sobrepasan las fronteras nacionales igualmente penetran las conciencias y vivencias de regiones, pueblos, familias y personas. De allí que haya dos posibilidades básicas para sistemas sociales periféricos como Argentina y Neuquén: o dejamos que esos poderes hagan la suya sin limitaciones (globalización pasiva) o actuamos desde nuestras potencialidades y fortalezas (globalización activa) para diseñar estructuras que facilitarían la inclusión de todos los actores (universidades y municipios; trabajadores y ONG; superficiarios y mapuches, entre otros), con incrementos en la calidad de vida y el desarrollo. Así lo hacen tanto el comunismo chino y los socialismos boliviano y bolivariano como los capitalismos estatalistas mexicano, brasileño y noruego. Todos explotan los hidrocarburos con modelos mixtos estatales y privados, donde las agencias oficiales regulan precios, normas y cuotas de retención de rentas. Y aseguran que los nuevos conocimientos, beneficios y riquezas sean distribuidos según metas sociales.
Dentro del fragmentado espectro normativo, es de destacar que la ley nacional de Soberanía Hidrocarburífera cumple un papel relevante: coloca el gas y el petróleo como bienes de interés público y define el marco jurídico para un posible equilibrio entre la necesidad empresaria y la necesidad social, con el Estado como garante, planificador y productor a través de YPF. Neuquén aporta dos elementos fundamentales: la autoridad de concesión y su propia empresa GyP, lo que le permite imponer condiciones básicas a la entrada de las operadoras nacionales y extranjeras. Precisamente, el acuerdo Neuquén-YPF-Chevron es el primer ensayo de un nuevo modelo de globalización activa Provincia-Nación-empresas multinacionales. No sólo se trata de la escala de explotación –pasamos de decenas a centenares de pozos mensuales–, también es el comienzo de nuevas articulaciones de los neuquinos con todo el mundo, a través de unidades académicas, entidades culturales y de cuidado del medioambiente, redes productivas y de negocios, no ya como habitantes de "zonas de sacrificio" sino como actores globales al mismo nivel de conocimientos y de gestión del desarrollo socioeconómico.
(*) Doctor en Ciencias Sociales, diputado provincial MPN. Presidente de la Comisión de Energía de la Legislatura neuquina