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El vital líquido, que utilizan a diario los 9 millones de habitantes de Lima Metropolitana y el Callao, recorre un largo camino que empieza sobre los 4,000 m.s.n.m. A esa altura, una serie de represas almacena la suficiente cantidad de ese recurso hídrico para calmar nuestra sed.
Son 23 represas las que Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Lima (Sedapal) tiene bajo su responsabilidad en las alturas. Sumando, ellas pueden llegar a almacenar hasta 330 millones de metros cúbicos del vital líquido, que se “cosechan” entre diciembre y abril, durante la época de lluvia en la Sierra.
Este año, a causa del Fenómeno El Niño, las precipitaciones pluviales demoraron y hasta el momento las represas han captado solo el 85% de su capacidad: 280 millones de metros cúbicos de agua.
¿Es un drama? No, ha respondido el gerente comercial de la empresa, Jorge Gómez Reátegui, quien manifestó que al finalizar abril Sedapal espera llegar al 90% de su volumen para empezar a abrir las compuertas de las represas e iniciar las descargas de agua hacia Lima y Callao, desde abril hasta noviembre.
Cultura del agua
“Los efectos del cambio climático son una oportunidad para sensibilizarnos y tomar conciencia de la necesidad de cambiar nuestra cultura de consumo de agua. Pero sobre todo para tomar conciencia de que tenemos que evitar contaminar los ríos, especialmente, el que nos da vida, el río Rímac”, comentó Gómez.
En caso de que disminuyeran las lluvias en forma ostensible, el sistema de represas está preparado para abastecer a la capital y al primer puerto durante dos años, explica Gómez Reátegui. Pero si una sequía prolongada nos visitara, la empresa tendría graves problemas para satisfacer las necesidades de su población.
Rutas natural y humana
Mientras las lluvias andinas llenan las tremendas represas de Yuracmayo, Huascacocha y Antacoto, las aguas de río Rímac siempre cumplen paralelamente su misión de atender las complejas exigencias de la capital, después de que la planta de tratamiento La Atarjea las pone a punto para su consumo.
El agua no deja de llegar a la gran Lima ni al Callao. Pero a partir de mayo hasta noviembre un sistema de canales, túneles y sifones construidos por Sedapal se combinan con cauces naturales para que al momento en que las compuertas se levantan las aguas de las 23 represas recorran los 160 kilómetros que las separan de la capital.
Ingeniería hidráulica
El analista de infraestructura civil, Rómulo Carhuaz, explica que al salir de los reservorios esas aguas inician un primer recorrido de 10 kilómetros. En ese punto se reúnen para ingresar al Túnel Trasandino mediante el cual continúan su viaje hacia Lima por 10 kilómetros más, hasta desembocar en la pequeña laguna de Milloc.
Su camino no se detiene allí. Siguen por un cauce natural hasta llegar a la cuenca de Santa Eulalia para abastecer a las centrales hidroeléctricas que están a su paso: Huinco, Callahuanca, Moyopampa y Huampaní, que generan electricidad para beneficio de millones.
Al término de la última de ellas, es cuando se unen al río Rímac. Y aquí empieza otra historia, pues las aguas naturales conservadas se contaminan al entrar en contacto con el famoso ‘río Hablador’. La inversión de Sedapal se hace agua por el desamor de limeños y chalacos que aún no aprenden a cuidar su recurso hídrico.
Para recordar
Las aguas del río Rímac las ensucian relaves mineros y desechos de basura de todo tipo, informó el gerente de Comercialización, Jorge Gómez Reátegui.
Recuerda que Sedapal invierte tres veces más recursos que el de cualquier otro país de la región para potabilizar sus aguas. Sin embargo, la existencia de tuberías con más de medio siglo de uso afectan su calidad.
Además, la población y hasta autoridades riegan parques y jardines con agua potable o apagan incendios con ella. Eso no ocurre en otros países porque usan aguas tratadas, y realizan campañas permanentes para que la gente no gaste el agua y la use bien, recordó Gómez Reátegui. Susana Mendoza Sheen