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Hay cierto pacto de silencio, alguna orden que obliga a los que son parte de ARSAT a no difundir ningún detalle, a no hablar con la prensa, salvo expresa autorización. Son normas de seguridad impuestas por el programa y que, por ejemplo, se han respetado siempre a rajatabla en INVAP, donde fueron armados los dos satélites argentinos. Los mendocinos también deben cumplir eso.
Pero, entonces, es cuestión de hablar con las madres de ellos, las madres de Martín y Cristian, que están más libres y que no hay fuerza suprema que les impida hablar orgullosamente sobre sus hijos.
En una casa de Guaymallén
María Luisa habla de Martín Donoso, su hijo, desde su hogar de Guaymallén.
“Siempre fue muy alegre, muy decidido. Desde bebé se encaprichaba y sin importar lo que pasara, no paraba hasta que lograba lo que quería”, dice.
Martín es el segundo de cinco hermanos. Vive en pareja con Gimena desde hace ya unos cuantos años. Se conocen desde chicos y son novios desde los 18, según cuenta María Luisa. Todavía no tienen chicos. “Los jóvenes son así. Hacen su carrera, arman su vida primero”, dice.
Martín Donoso y Cristian Altieri trabajan en la Estación Terrena Benavídez. Está ubicada en ese punto del partido de Tigre, y es el centro de operaciones para el envío y recepción de señales y el control de satélites. Desde allí, desde el lanzamiento del ARSAT-2, se trabaja en estos siguientes 30 días para que quede perfectamente en su posición y pueda transmitir las señales para las que fue creado.
Martín se fue a vivir a Buenos Aires antes de terminar su carrera en la UTN. “Le faltaban tres materias, pero cuando se fue, me dijo: ‘Te prometo que voy a seguir’”, recuerda Luisa.
En Buenos Aires, sólo tenía como contacto a un par de parientes, pero aún así logró adaptarse e “hizo de todo un poco”. Lo cierto es que cumplió con su promesa y se recibió de ingeniero electromecánico, al tiempo.
Pero antes de eso, se presentó a una convocatoria de ARSAT. “Rindió y le ofrecieron quedarse tres días más, para que esperara los resultados. Entró y quedó efectivo inmediatamente”, dice orgullosa su madre.
Antes, mucho antes, hizo sus estudios primarios en la escuela 1-575 Justo López de Gomara y el secundario en la 4-111 Ingeniero Pablo Nogués.
Pero Martín no sólo es un ingeniero destacado. Tiene otro costado bien distinto, lejos de la dureza de los números y la ciencia. “La música es su gran pasión”, dice su mamá.
“Cuando era chico aprendió solito a tocar el bajo. Era muy habilidoso, escuchaba algo y lo sacaba. No podía estudiar, pero le gustaba tanto que se las arreglaba solo. Nunca dejó de tocar. Ahora sí, va a clases todos los lunes y está estudiando. La música y el bajo son su gran pasión”, insiste Luisa. Le gusta todo, pero su predilección son los ritmos centroamericanos.
Y hay algo más: muere por fútbol. “Jugó siempre. Iba a una escuelita y le encantaba jugar. Tenía condiciones y se destacaba. Después se lesionó una pierna y dejó un tiempo”. Es hincha de River y cuando puede, va a verlo al Monumental.
En un hogar de Godoy Cruz
En la casa paterna de Cristian Altieri se respira el mismo orgullo. La más orgullosa es Silvia, la mamá del ingeniero, del niño que hizo la primaria en la escuela 1-555 Fragata Sarmiento y la secundaria en la Pablo Nogués, la misma a la que fue Martín.
“Es un niño muy alegre y siempre lo fue”, dice la madre que, como buena madre, olvida que su hijo ya tiene 33 años y ha dejado la infancia hace tiempo. “Es muy risueño, pero siempre estuvo muy dedicado a su estudio, aunque sin dejar de ser dicharachero, sano, siempre sonriendo”.
También –como Martín– Cristian ha conservado un único amor. Se casó hace 4 años con Ivana, con la que “se conocen desde niños y siempre estuvieron juntos”, dice Silvia.
La mamá de él dice: “Los dos siempre han sido muy guapos y emprendedores”. Antes de radicarse en Buenos Aires, tenían una pequeña empresita de eventos y organizaban cumpleaños y fiestas. “Ella estudiaba Matemáticas y ahora es martillera pública”, cuenta la suegra, que parece que está hablando de su hija. No es para menos. Ivana y su hijo le dieron una nieta hace apenas 6 meses. Se llama Dana y es la gran debilidad de los Altieri. “Ya la conocemos. Siempre alguno de nosotros va a visitarlos”.
Pide: “Espéreme un poquito que apago la cocina, si no se me va a quemar el almuerzo y la familia me va a querer matar”. Cuando regresa dice: “Toda esa camada de la UTN es muy talentosa y todos están en buenos trabajos”.
Martín Donoso ha estado varias veces en la casa de Cristian y que estén juntos en el proyecto ARSAT es casi un hecho natural y una consecuencia de la dedicación y capacidad de ambos.
Y así como Martín tiene, además de su profesión, una profunda pasión por la música, Cristian también tiene la suya: “No sé si le va a gustar que cuente esto, pero a él le encanta cocinar. Dice que si no hubiera sido ingeniero, habría sido chef”. Silvia relata que ese placer por la cocina “es algo innato en él, desde chico le encanta. Yo no lo dejaba ayudarme mucho, porque me daba miedo el fuego, pero él siempre quería ayudarme a cocinar”.
Cuenta que todas las noches Cristian es quien cocina la cena. “Tiene mucha creatividad, le encanta inventar y todo le sale muy rico”, cuenta su mamá. “Pero, además, es un padrazo. Él baña a su beba, la cambia, la atiende. Es un gran padre”.
Claro, como a todo niño, le gustaba el fútbol. “Incluso jugó en Godoy Cruz, en las inferiores. Era un muy buen pateador. Después, por las exigencias del estudio, no pudo dedicarle tanto tiempo, pero le sigue gustando mucho”. Es hincha de Boca y también disfruta ver a su equipo.
A pesar de que hace ya varios años que Cristian y su familia viven en Buenos Aires, no pierde los lazos con sus raíces godoicruceñas. “Nos hablamos casi todos los días y nos vemos seguido. No sentimos la distancia”, dice la mamá.
Martín Donoso y Cristian Altieri viven en Escobar. Están cerca de su lugar de trabajo y no sufren la locura de Buenos Aires. Es una zona naturalmente verde, donde abundan los viveros, las plantas, los jardines coquetos y cuidados. Por algo allí se realiza la Fiesta Nacional de la Flor.
Es buen lugar para dos familias mendocinas, exitosas, pujantes. Un buen sitio para mirar al cielo.
Fuente: Diariouno.com.ar