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Pero lo que sí dejó en claro el cruce televisivo de ayer es que los republicanos siguen bailando al ritmo del extravagante Donald Trump y de sus bravuconadas y que, por el momento, buena parte de su energía está puesta en encontrar la fórmula para lidiar con la amenaza que representa para dividir a sus votantes y terminar favoreciendo a los demócratas.
El magnate se llevó buena parte de la atención, aunque no necesariamente los mejores argumentos y la solidez en el primer debate televisivo entre precandidatos.
"Yo no estoy listo para responder a eso en este momento", fue lo primero que contestó cuando, apenas comenzó, se puso sobre la mesa el compromiso de respetar a quien, dentro de más de un año, se quede con la nominación partidaria.
Con ello, el favorito de las encuestas entre republicanos volvió a sacar del armario el fantasma de una eventual candidatura por fuera de la estructura partidaria.
Si bien aún está lejos de concretarse, ese paso abriría la puerta a una eventual división entre los votantes del partido. Algo que, en definitiva, terminaría beneficiando a los demócratas.
"Ya está claro que Donald no hará una cosa así", dijo días atrás Reince Priebus, el presidente del partido. Con su comparecencia televisiva, seguida por millones de espectadoras, Trump no sólo lo descolocó, sino que demostró una vez más la poca estima que tiene por sus dirigentes, a quienes no vaciló en tildar de "estúpidos".
Situado en el centro de un hemiciclo de diez aspirantes a la Casa Blanca en nombre de los republicanos, el extravagante Trump marcó el ritmo de una noche de entretenido espectáculo televisivo y con récord de audiencia -no menos de 24 millones de personas, según los primeros sondeos- a través de la cadena Fox.
Pero es difícil aventurar cuánto más le dará la estrategia del insulto y la descalificación permanente. Los primeros sondeos mostraron que, si bien fue la estrella de la noche, eso no significa que sus posiciones hayan sido apoyadas. "Salió golpeado y herido", dijeron varios televidentes consultados por el sitio Político.
De hecho, se llevó la mayor cantidad de menciones en la red social Twitter. Pero eso no significa que hayan sido siempre halagadoras. "El debate fue como correr una carrera en la que se sabe que uno de los corredores está borracho", fue, por caso, una de las alusiones más duras que tuvo.
El segundo más citado fue el hasta hace poco favorito Jeb Bush. Su papel, sin embargo, apareció deslucido y pálido frente a la capacidad del empresario.
También hizo buen papel el neurocirujano retirado Ben Carson. Con escasas posibilidades de quedarse con la nominación, fue -sin dudas- uno de los que mayor rédito sacó de la noche. Su rostro, desconocido para la enorme mayoría de los estadounidenses, ayer fue conocido por millones de personas que, de paso, valoraron positivamente sus comentarios. No es poco para sus aspiraciones.
Sin sorpresas, hizo muy buen papel el hispano Marco Rubio, que rescató la idea de partido con un curioso agradecimiento a Dios "porque nosotros tenemos muchos bastante buenos, mientras que los demócratas no pueden encontrar siquiera uno". A Chris Christie, el controvertido gobernador de Nueva Jersey, le cayeron algunos de los escasos silbidos que hubo en la noche.
"Lo primero que arroja este cruce es que la política tradicional en los Estados Unidos está en la mira", dijo John Carburn, analista político de la cadena MNSBC.
Se refería no sólo al desconcierto por la fuerte presencia de Trump entre los republicanos, sino al movimiento espejo que se registra en los demócratas, con el ascenso en las encuestas de Bernie Sander, un demócrata "crítico" al que, hasta hace poco, se consideraba poco menos que un Quijote.
"Estamos teniendo sorpresas en ese sentido", dijo Carburn.
Pero así como conocieron a Carson, lo otro que descubrieron muchos norteamericanos es que, además de Clinton, hay otra mujer con ansias de llegar a la Casa Blanca. Se trata de la ex ejecutiva Carly Fiorina. Anoche, sin embargo, tuvo escasa intervención.
¿POR QUÉ SIGUE CRECIENDO?
Trump se convirtió en referente antiinmigración, un caballo de batalla republicano, en parte por sus acusaciones a México, pero también por sus planes como el sistema de méritos.
Su experiencia y éxito en los negocios siguen pesando fuerte en el electorado republicano, para el que la economía es un tema fundamental.
También suma su enorme visibilidad: los estadounidenses adoran la cultura de las celebridades y Trump, de la mano de los reality shows, se convirtió en una persona famosa.
El magnate, despreocupado por las formas, se presenta como una alternativa fresca a las viejas elites del partido; esto lo hace atractivo para un creciente electorado que no se siente representado.
Fuente: Lanacion.com.ar