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Vivir sin gas: las penurias que no se cuentan en los tiempos del tarifazo
Todavía falta para que el sol caiga pero en 19 y 660 el frío ya empieza a picotear en los huesos como un enemigo invisible. “Me tengo que arreglar con una estufita eléctrica muy chiquita porque sino los cables no aguantan -cuenta Manuel Navarro, mientras abre la puerta de su casa para que vean de lo que habla-. La garrafa que teníamos para este mes ya se nos acabó, así que si la fresca se viene fuerte habrá que prender unos troncos y hacer fuego. Las noches duras son así: con fuego y muchas mantas”.
Al lado de Manuel, Luciana Lozano amamanta a su nena de un año y medio y asiente cómo si supiera bien de qué se trata. Y lo sabe. “Acá estamos con dos nenas chiquitas -cuenta ella, como en un suplicio-, y la verdad que pasar el invierno para nosotros es como una aventura. O peor, a veces. Es casi como una pesadilla”.
Luciana no exagera: en esa casilla de la periferia platense -donde duermen los cuatros apretujados en una sola cama de plaza y media- todos saben que el frío es cosa seria y que el invierno de noche se hace más invierno. La garrafa de diez kilos apenas alcanza para tirar dos o tres semanas y la leña se prende sólo si las chapas onduladas se escarchan o la ventisca entra rabiosa por entre las maderas del techo. De lo contrario se aguanta. Se aguanta hasta que la pesadilla del frío y de la noche digan basta.
Su casita de paredes de chapa y piso de hormigón es una de las tantas de la Región que no están conectadas a la red de gas natural. Se estima que el 22% de los hogares platenses no tiene el servicio. Y en las zonas más pobres y castigados del Gran La Plata, lugares como el de Manuel y Luciana, los últimos relevamientos de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec arrojaron que sólo el 46% tiene acceso al gas de red. “Para colmo a la cocina que tenemos no le anda el horno”, se lamenta Manuel, que trabaja en un taller mecánico de la zona del cementerio y cuenta que a duras penas llega a los 170 pesos que cuesta en esa zona una garrafa de 10 kilos. “Tratamos de que dure todo lo posible pero con estos fríos es imposible -dice-. De día uno se arregla pero el tema es a la noche. Y sobre todo por las nenas: una tiene un año y medio y la otra cuatro. Son muy chiquitas y a ellas el frío les duele...”.
En tiempos donde el tarifazo de gas parecería ser la preocupación de todo un país, tal vez un dato baste para ilustrar lo partida que puede estar la Argentina: sólo el 51% de la población de nuestro país se abastece de gas en red, mientras que el 42% lo hace con garrafas y el restante 7 con leña o carbón, al igual que en los tiempos de la colonia.
Hay barrios enteros donde el gas de red ni asoma. Tal es el caso de Parque Sicardi, una zona de unos cinco mil habitantes que, aunque crece a un ritmo frenético desde hace tiempo, no cuenta con el servicio. En ese sector del sudeste platense las familias deben arreglárselas con garrafas para la cocina y suministro eléctrico para el resto del equipamiento. “Por suerte tenemos casi todo eléctrico -cuenta Alejandro Rodríguez, que en 2012 se mudó a esa zona-. De todos modos, en invierno no alcanza con la electricidad y hay que recurrir a la garrafa. Para calentar la casa, de hecho, nosotros somos dos con mi pareja pero usamos siempre el horno de la cocina. En esta época del año el promedio de consumo es de casi dos garrafas al mes. Pero siempre usando el servicio con cuidado: que no queden hornallas prendidas, regular el uso del horno y esas cosas. Si uno no se cuida el consumo sería mucho mayor”.
Si bien son millones los hogares que aún atraviesan problemas estructurales en los que la falta de gas de red es apenas un eslabón en la larga cadena de falencias (ver “Cuestiones de un drama...” ), como ocurre bajo el techo de Manuel y Luciana, en tiempos de frío y tarifazo el tema del gas no deja de sorprender: mientras que en el 2001 el 65% declaraba acceder a ese servicio en el país, en el último censo sólo el 56% manifestó estar conectado a la red y, apenas cinco años después, esa cifra llegó a 51.
A nivel provincial, el deterioro en el sistema gasífero también se torna evidente: mientras que en 2001 había 3.071.660 casas que tenían gas de red, casi una década después el número de casas con ese servicio apenas trepó a 3.110.444, lo que significa que en diez años tan sólo 38.784 casas pudieron acceder al tendido de gas, en lo que representa un efímero aumento del uno por ciento.
En números concretos, la Provincia cobija 1.679.040 hogares que no acceden al servicio, contra las casi 846 mil viviendas que no lo hacían en 2001.
“Los datos son elocuentes -apuntan en el Instituto para el Desarrollo Social Argentino, Idesa, donde cotejan los datos en base a los últimos dos censos realizados en Argentina-. En la década que pasó el país disfrutó de un contexto de bonanza económica inédita, pero el acceso a servicios básicos no mejoró y, en algunos casos, experimentó sensibles caídas como es el caso del gas de red. Una evidencia contundente es que luego de varios años de disfrutar de un entorno económico muy favorable, más de 5 millones de hogares todavía carecen de alguno de los servicios básicos”.
En uno de los tantos informes realizados por Idesa y en el que se comparan las últimas dos mediciones nacionales, los técnicos de ese organismo plantean que el problema habitacional argentino no es sólo la falta de prestamos para que las familias compren un terreno y construyan su vivienda. “Una cuestión previa y no menos importante -alertan-, es que el Estado no hizo las inversiones para que las viviendas cuenten con todos los servicios básicos necesarios”.
Lo que dicen en Idesa se hace ejemplo en historias como las de Manuel, muchas de las cuales son postales cotidianas en la periferia de la Ciudad. Postales donde el frío se vuelve un enemigo sin piedad y el GLP, ese combustible al que de tan incorporado a sus vidas miles de familias no apuntan en su lista de preocupaciones, se convierte en una suerte de bien preciado y, a veces, inalcanzable.
Fuente: http://www.eldia.com/