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Una nueva ola de protestas sacudió el viernes esta ciudad y otras veinte capitales brasileñas, incluido el distrito federal. En San Pablo hubo fuertes refriegas entre manifestantes y policías en las puertas de la universidad, con numerosos detenidos y heridos por disparos de balas de goma. Las demandas apuntaron contra el paquete fiscal del gobierno de Dilma Rousseff: “Su agenda económica es la misma del candidato de la derecha (Aécio Neves) que en octubre vencimos en las urnas”, bramó Vagner Freitas, titular de la Central Unica de Trabajadores (CUT), una organización gremial fundada por el ex presidente Lula da Silva.
Por la naturaleza de los reclamos y de quienes convocaron a las manifestaciones, esta vez la composición social resultó bien diferente de aquellos que habían protagonizado las marchas de inicio del año. Trabajadores industriales, petroleros y bancarios, además de profesores y estudiantes universitarios, se dieron cita para cuestionar el rumbo que adoptó la presidenta brasileña.
“Exigimos que el gobierno vete el proyecto de ley que generalizará la tercerización del empleo”, planteó el sindicalista Freitas para señalar que las medidas aprobadas hace unos días por el Parlamento, a pedido del propio Ejecutivo nacional, “atentan contra los derechos de los trabajadores”.
La “indignación” sacudió a las organizaciones que, hasta ahora, se habían mostrado fieles al gobierno de Rousseff. El líder de los metalúrgicos –de donde surgió Lula– advirtió que “Dilma está haciendo el papel de defensora de los patrones y eso no lo vamos a aceptar. Nuestro próximo paso es ir a la huelga general”, advirtió el sindicalista Antonio Ferreira de Barros. Este sector laboral, que vivió grandes momentos en las épocas de frenesí de consumo, ahora está agobiado por los despidos que se producen en la industria automotriz por cuenta de la caída de las ventas y la producción de vehículos. Perjudicados también por la crisis económica en Brasil, pero especialmente por el escándalo de corrupción en Petrobras, que produjo la paralización de emprendimientos y despidos de operarios, los petroleros adhirieron en pleno. En Belo Horizonte hubo una paralización del transporte y todo sugiere que puede haber una medida de fuerza por 24 horas. En la gaúcha Porto Alegre, empleados de ómnibus y del subterráneo interrumpieron las actividades. En Vitória, capital de Espírito Santo, hubo represión a las marchas en el campus de la universidad federal de ese estado. En San Pablo, a los metalúrgicos se unieron los profesores, que desde comienzos del año reclaman aumentos salariales al gobernador de este estado provincial, Geraldo Alckmin. Pero se sumaron además los movimientos que, como los Sin Tierra, siempre estuvieron al lado del Partido de los Trabajadores y defendieron el gobierno. Esta vez, la historia pinta distinto.
Y hay una razón casi obvia: el plan económico del gobierno, con una presidenta que pertenece al PT, es una “traición” para los sectores sociales que le dieron su voto en 2010 y en 2014.
Este “día nacional de paralizaciones y manifestaciones contra la tercerización” resulta en una contradicción que se explica a partir de los paupérrimos resultados económicos observados desde inicio de este año. El segundo trimestre de 2015 volvió a mostrar una caída neta del PBI de 0,2%, con fuerte acento en la industria que retrocedió 0,3%. Pero pone además de relieve que las organizaciones gremiales aliadas históricamente al PT no pueden permanecer ajenas a la situación de sus propias bases a riesgo de perderlas.
Fuente: Clarin.com