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Hoy cuando unos todavía celebran los bajos precios del petróleo y otros se llevan las manos a la cabeza porque sus petro-economías están alicaídas, pocos saben quien fue el viejo tejano George Mitchell y qué hizo para que ese estado de cosas se presentara.
Lo cierto es que Mitchell -cuyo deceso se produjo hace dos años, en julio de 2013 a los 94 años, en su natal, Galveston, muy cerca de la Nasa-, era dueño de una tozudez incomparable que le abrió el camino de la prosperidad económica, al inventar una tecnología que parecía condenada al fracaso. Ni siquiera los ingenieros que trabajaban para él apostaban al éxito del fracking, que, entre otros efectos, derrumbó los ingresos de los países de la OPEP.
Después de más de tres lustros perdiendo dinero en la búsqueda de la fórmula para explotar de manera rentable petróleo y gas mediante la fractura hidráulica de esquistos, un buen día de 1981 Mitchell lo logró, en un pozo en Barnett Shale, una vasta zona comprendida entre Dallas y Fort Worth. Hasta entonces había perforado 35 pozos con resultados nada esperanzadores.
Ingeniería del dinero
Con Mitchell Energy, empresa que creó con su hermano Johnny, George había participado en la perforación de unos ocho mil pozos, más de 200 de los cuales resultaron productores de crudos y 350 de gas. Después de una infancia pobre en una familia proveniente de Grecia, él fue número uno de su promoción como ingeniero petrolero e se especializó en geología en Texas A&M University, tras lo cual comenzó a construir un imperio económico que llegó a tener intereses en el transporte de gas de Texas a Chicago e inversiones en otras áreas, como el desarrollo de comunidades planificadas para preservar los recursos ambientales. The Woodlands, al norte de Houston, es la más famosa.
A comienzos de los 80, Mitchell intuyó que debía prepararse para afrontar una inminente crisis por el declive de la producción convencional de gas, y se empeñó en inventar un método para explotar las formaciones rocosas del subsuelo texano. Desde los años 40 se sabía de la existencia de enormes yacimientos de esquistos en casi todo el mundo, pero la barrera infranqueable era la inexistencia de técnicas eficientes y rentables, y el viejo George tenía recursos para probar suerte. Años antes había vendido The Woodlands por $543 millones y su fortuna se estimaba entonces en más de 800 millones.
A los ochenta años, con buena salud y después de tantos experimentos, encontró lo que ansiaba: el procedimiento de perforar la corteza terrestre de manera particular, creando túneles a los que inyectan agua a presión, mezclada con arena y químicos. Así se produce la fractura de las láminas de esquistos y la liberación del gas y de crudos, técnica que se ha ido perfeccionando y ha terminado por reducir los precios de los combustibles. Mitchell & Company no sólo adquirió renombre y fabulosos ingresos, sino que se colocó en posición envidiable para que las grandes petroleras del mundo se disputaran la posibilidad de adquirirla. Él lo sabía y sabía esperar y negociar. No tenía apuros. Su empresa producía tanto que le permitía la incursión en otras actividades y más bienes.
Vida de paradojas
La vida de Mitchell fue prolífica en experiencias y en paradojas. Creía en los métodos de control poblacional y los defendía, pero al mismo tiempo tuvo diez hijos con Cynthia Woods. Desarrolló el método de factura hidráulica con químicos contaminantes, mientras promovía organizaciones defensoras de la energía limpia. Su endiablada ambición era acumular dinero, pero donaba enormes sumas para becas universitarias, para investigaciones sobre Alzheimer; contribuyó a la remodelación del casco histórico de Galveston, patrocinaba la música de cámara en Houston y las artes plásticas.
En el 2002, el viejo se deshizo de Mitchell Energy. La vendió a Devon Energy por 3.100 millones de dólares y se desprendió de otros activos. Meses antes de morir, en 2013, él y Cynthia se sumaron al club de multimillonarios denominado Giving Pledge, patrocinado por Bill Gates y Warren Buffet, con lo que se comprometieron a donar al menos la mitad de su riqueza para fines benéficos.
Mitchell popularizó el fracking, que hoy se aplica en muchos países y ha generado la oferta excesiva de combustibles y el desplome de los precios de los hidrocarburos. Organizaciones ambientales combaten ese procedimiento por considerarlo contaminante de reservorios de agua subterránea y causante de temblores y terremotos, pero al mismo tiempo hay países que lo han puesto en práctica con regulaciones estrictas, como Argentina, que posee el enorme yacimiento de Vaca Muerta, y Colombia, que contrató un amplio grupo de expertos y se apresta a explotar varios campos. Chile, Paraguay y Uruguay, han comenzado a transitar igual camino. China avanza en la misma dirección. Los yacimientos de esquistos tienen una vida limitada, estimada hoy en 20 ó 25 años.
Fuente: Eluniversal.com