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Pero si bien esas dos crisis instalaron percepciones opuestas de la líder alemana, la actitud de Merkel ha sido similar: un abordaje primero sosegado y luego decidido ante el desafío, la insistencia en que Europa se debe atener a las leyes internacionales, un ojo puesto en la opinión pública de su país y la esperanza de que el liderazgo de Alemania ayude a encontrar una solución europea.
No todos los europeos están contentos con el modo en que Merkel abordó algunas de esas crisis.
Pero la canciller permanece inalterable, y su sostenida popularidad no afloja, a pesar de estar a punto de cumplir 10 años en el poder, en noviembre próximo. Esa longevidad se basa en parte en su capacidad para convencer a los alemanes de que ella está liderando la solución de dos complejas crisis y que no pierde de vista las preocupaciones de su pueblo, algo que le ha ganado el apodo de "mutti", en español, "mamá".
Su insistencia en que Alemania y los otros 28 Estados miembros de la Unión Europea tienen todos la obligación de dar refugio a los civiles que huyen de la guerra le ha ganado una popularidad semejante entre los esperanzados migrantes. Habrá que ver si esa popularidad se mantiene tras el anuncio de ayer de Berlín de imponer controles fronterizos para limitar el flujo de migrantes.
Las políticas de Merkel llevan como rúbrica el pragmatismo, más que la visión o la emoción. Según Manfred Guellner, cabeza de la encuestadora Forsa, que haya cambiado la imagen de Merkel no significa que ella haya cambiado su estilo.
"Me parece que está actuando con su pragmatismo de siempre. Los refugiados están ahí, y está intentando lidiar con ese hecho consumado", dijo Guellner. "Está haciendo lo de siempre: ir paso a paso."
Merkel señaló el beneficio que implica la integración de inmigrantes para la prosperidad de Alemania, cuya población se está achicando: "Si lo hacemos bien serán más los beneficios que los riesgos". También dijo que habrá "tolerancia cero" para las "sociedades paralelas" de recién llegados que no acepten integrarse.
Durante la crisis de la deuda, la importancia primordial que le dio Alemania a que los países de la UE se atuvieran a la normativa vigente irritó a más de uno. Y de alguna manera, durante la crisis migratoria se revela ese mismo abordaje. Merkel ha rechazado la afirmación de Hungría de que se trata de un problema pura y exclusivamente de los alemanes, y señaló que la Convención de Ginebra de protección para los refugiados se aplica a todos los miembros de la UE. "Alemania está haciendo lo moral y legalmente necesario, ni más ni menos", aseguró Merkel.
Su gobierno también ha rechazado las críticas que señalan que la propia Alemania está infringiendo las leyes de la UE, al decidir no enviar a los refugiados sirios de regreso al primer país de la UE al que ingresaron. Y desde Berlín también se están ocupando de persuadir a los países más reacios de Europa para que compartan la carga de los recién llegados.
Durante este verano boreal, Merkel suscitó críticas en su país, por haber dudado en un primer momento en enfrentar la crisis migratoria, mientras muchos alemanes de a pie acudían a ayudar a los refugiados y había crecientes temores por los ataques contra los centros de acogida. Todo eso entró dentro del patrón de siempre de Merkel, de mantenerse al margen de los asuntos controvertidos hasta no haber leído a fondo el humor político.
Con el espacio disponible para nuevos arribos ya menos holgado, el gobierno de Merkel dijo ayer que introduciría controles en la frontera con Austria para limitar los ingresos, y de paso, presionar a los otros países de la UE a compartir la carga.
Así como insistió que la crisis de la deuda griega no se resolvería a las apuradas, Merkel está preparando a largo plazo a los alemanes para lidiar con la oleada de refugiados.
"Este será un desafío crucial y no durante días o meses, sino hasta donde podemos pensar en el tiempo", dijo Merkel recientemente. "Así que es importante decir que la precisión alemana es genial, pero ahora necesitamos de la flexibilidad alemana."
Fuente: Lanacion.com.ar