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Abres los ojos. No hay nada. No hay coches porque no hay carreteras, no hay caminos porque no hay asfalto, es de noche y solo sientes ausencia, sigues sin ver nada porque tampoco hay luz. Cierras los ojos y cuando vuelves a confiar en abrirlos te preguntas: ¿qué es esto y qué hago yo aquí? Estás en el pueblo de Fo-Bouré dentro de Benin, uno de los países más pobres de África.
El misionero riojano Juan Pablo López después de 20 años, puede contestar esa pregunta. «Comparto mi vida y mi fe, mis alegrías y mis penas con el único propósito de ayudar y dar a los pueblos de Benin una vida más digna», responde López. Entre los últimos proyectos, el sacerdote ha ayudado a llevar luz a las casas de esta comunidad, mediante paneles solares. Pero, la llegada a un país africano no fue cosa fácil. «Yo no entendía nada, porque allá se habla por dialectos, tampoco sabía nada del funcionamiento de la parroquia, por lo que comencé desde cero», relata. Lo único que López poseía era salud y «también estuve enfermo con paludismo y diarreas», continúa.
Y tras cuatro años de silencio como aprendizaje del dialecto, «descubrí cómo pensaban, cómo sentían y cómo nos necesitaban», enumera el misionero que mañana volverá a lo que es su hogar. «Tengo ganas de volver, allá está mi vida, mi gente y mi ropa». Actualmente, el sacerdote 'cuida' de 14 pueblos de Benín y no se plantea ningún futuro. «En África no existe más que hoy y mañana, pasado-mañana no existe porque allá la vida y la muerte están continuamente tocándose, no se puede separar», reflexiona López.
«Las mujeres del pueblo de Fo-Bouré nos manifestaron la necesidad de luz en el poblado», dice López. Por lo que a través de Manos Unidas consiguieron, una vez más, proporcionar energía solar mediante campos solares. «Tenemos 200 paneles y con baterías damos luz a un pueblo de 3.000 habitantes; en cada casa hay dos bombillas por lo que los chavales puedan estudiar en casa, los profesores prepararse sus clases o la matrona realizar un parto en condiciones y sin linterna», revive esos momentos el misionero.
Como proyecto futuro, «vamos a presentar al Gobierno de La Rioja, el mismo sistema de luz para el pueblo de Nareru que esperamos que nos lo aprueben», comenta. Además de proporcionar luz a cada hogar, gracias a los misioneros, también se han construido embalses de agua, más de trece institutos para que los niños se formen, salas de maternidad, hospitales de día para la vigilancia de niños desnutridos... «Hay que ayudar a la gente a ponerse de pie», aconseja López. Y ahora, cierra los ojos, ¿logras ver algo?
Fuente: http://www.larioja.com/