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“Hace hoy treinta años los ojos achinados de don Manuel Reynerio Novillo se apagaban para siempre en Bahía Blanca, cerrando un ciclo vital iniciado en Villa Mercedes (provincia de San Luis), el 17 de junio de 1896.
“Viéndolo, podía pasar por un descendiente de la dinastía araucana de los Calfu (piedra), acaso un hijo de don Juan Calfucurá (piedra azul). Amén del rostro autóctono, propio de su sangre huarpe, era bajito, silencioso, tenaz como el terrón de arcilla puntana que desafía el golpe de la azada”.
El 23 de noviembre de 1985 “La Nueva Provincia” publicaba una biografía de Manuel Novillo, pionero de la minería en la Patagonia, a 30 años de su fallecimiento en nuestra ciudad. Y sus hijos atesoraron el artículo hasta enviarlo en fotocopia a esta redacción, junto con un libro de reciente edición dedicado a su padre.
Delia Novillo escribió “Pionero de la Patagonia” y se lo hizo llegar esta semana al hijo de aquel cronista, que por esos días desembarcaba en Bahía Blanca. Martín Allica la pisó por primera vez dos meses antes de esa publicación, su familia llegaría unos meses después.
Pero esta es la historia de Novillo.
“Así era para propios y extraños Don Manuel, el 'loco de las piedras', humilde adelantado del desarrollo siderúrgico en Sierra Grande, un nacionalista sin etiqueta, como la extensa prole de los Novillo, que abunda en los blasones de muchas familias tradicionales argentinas (…)
“Novillo bajó allá por 1922 a la Patagonia, el Far West al que concurría toda laya de iluminados y buscadores de aventuras fuertes, estableciéndose en Colonia Sarmiento, Chubut (…)
“Nuestro hombre siente que le falta algo a su inquietud creadora. '¿Y si ponemos un diario?', le pregunta a doña Carmen Marinoni, su impagable compañera. La tana le da su acuerdo en aquel 1928, cuando ya en Buenos Aires lo vienen 'embalurdando' a don Hipólito Yrigoyen (…)
“Sin embargo, el llamado de la piedra es más imperioso que el de la tinta para don Manuel, obsedido por sus jugos ancestrales desde que un cliente chileno lo anoticia de que hay mica en el sudeste de Río Negro.
“En 1936 emprende su azarosa, interminable expedición este conquistador de hablar suave y piqueta recia. El ulular de los Calfu acompaña sus días y sus noches en una carpa del desierto. Hiende las vetas inaugurales en Colonia Chilavert y continúa calando socavones entre Río Negro y su Chubut adoptivo. Ya está condenado al 'ahorro forzoso' cuando en 1944 descubre el mineral de hierro en Sierra Grande. Y empieza a practicar el gran deporte nacional, el andinismo burocrático: audiencias con sordos que no quieren oír, amansadoras, escepticismos de escritorio, intereses alarmados. El establishment de la dependencia se burla de don Manuel, porque le teme más que a un malón (…)
“Don Manuel encuentra apoyo, ¡cuándo no!, en los beneméritos padres salesianos. Ellos saben de memoria lo que es habérselas con la administración pública y los 'caciques blancos' que perpetúan el estancamiento económico. Interin, el gobierno del movimiento cívico-miliar del 4 de junio de 1943 ha fundado el Banco de Crédito Industrial Argentino, mas aún la conciencia del desarrollo es tiernita y don Manuel, que por lo menos es atendido, obtiene en 1948 una módica inversión para el yacimiento de hierro El Triunfo. Bien puesto el nombre, como se ve.
“El problema del crédito empieza a agravarse para el pertinaz visionario. Las condiciones que ha debido aceptar son leoninas, se queda sin un real, agotándolo todo en trabajos de exploración. Don Manuel, que felizmente no posee fibra de especulador, debe ceder a la voracidad del banco el 95 por ciento de los derechos y acciones del mineral de Sierra Grande, transferido en 1954 por el presidente Juan Domingo Perón –-a cuyo hermano Mario el pionero se parece-- a la Dirección de Fabricaciones Militares. ¿Cabe alguna duda de que un busto de don Manuel Reynerio Novillo estaría muy bien puesto junto al de su tocayo y general don Manuel Nicolás Savio?
“Derrotado pero no vencido, el descubridor se asienta en Bahía Blanca con doña Carmen y sus cuatro hijos, tres buenas mozas y un varón (…)
“Para rendir homenaje a los restos del 'loco de las piedras' en el cementerio bahiense hay que tomar la calle que arranca en el panteón de otro creyente en la tradición y el progreso, don Enrique Julio, y seguir hacia arriba unos ochocientos metros. La tumba, custodiada por una Virgencita de Luján, está sobre la mano derecha.”
La crónica es inmejorable. Solo hay una pequeña edición debido a las nuevas necesidades de espacio. Ya no hay diario sábana como en 1985.
Fuente: http://www.lanueva.com