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Por Andres Asiain- El primer brote verde se secó al toque. Se trató de un incremento coyuntural en los despachos de cemento en el mes de agosto que se revirtió en septiembre, cuando los despachos volvieron a caer 11 por ciento respecto a igual mes de 2015. En realidad, el repunte de agosto había sido el efecto estadístico de las inusuales lluvias acontecidas ese mes del año pasado, que generaron la inundación de gran parte de la provincia de Buenos Aires y Santa Fe. Como las lluvias e inundaciones obligan a interrumpir la actividad de la construcción, el hecho de que este agosto de este año llovió menos, se tradujo en un repunte de los despachos de cemento que nada tenían que ver con una supuesta recuperación de la construcción.
El segundo brote verde fue el repunte de las ventas de autos en el mercado interno de agosto y septiembre. Sin embargo, ese repunte basado en las fuertes ofertas de las concesionarias y la falta de instrumentos de ahorro que permitan ganarle a la inflación (que induce a invertir en cambiar el auto), no logra dinamizar la producción. La clave para entender esa paradojal situación es la crisis de Brasil, que es exportada a nuestro país aprovechando la liberalidad comercial del equipo económico de Prat Gay. Así, las importaciones de vehículos crecieron un 22 por ciento interanual en septiembre, cubriendo el repunte del mercado interno con la venta a bajo precio de los sobrantes de producción del vecino país. Mientras tanto, las ventas externas cayeron un 19 por ciento, dado que no se negoció reciprocidad en el comercio. La consecuencia es que la producción de autos cayó interanualmente un 19,6 por ciento en septiembre, secando el segundo brote verde de la economía.
En septiembre se produjeron los aumentos a jubilados y de la AUH y la gran mayoría de los gremios ya habían percibido los incrementos pactados en la última paritaria. Aun así, la recaudación del IVA vinculado al mercado interno creció 5 puntos porcentuales por debajo de los precios. Es decir, lejos de recuperar la pérdida de ingresos generada por la aceleración inflacionaria del primer semestre, la población continuó perdiendo poder adquisitivo en el tercer trimestre, con el consecuente descenso del consumo y la actividad productiva.
Sin datos alentadores que mostrar, los funcionarios se aprestan a esperar que lleguen mejores noticias hacia fin de año. No tanto por méritos propios, sino porque ya se podrán comparar con los peores meses del año pasado. Cuando en el medio de las elecciones y el cambio de gobierno, ya habían comenzado las remarcaciones que limaron el bolsillo y parte de la obra pública e inversión privada comenzó a paralizarse, frenando la construcción y otras actividades.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar